quinta-feira, 26 de fevereiro de 2015

LA PRÁCTICA DE TARA



LA PRÁCTICA DE TARA


Introducción


Con respecto a la práctica de Tara, ella es un Bodhisatva en el décimo-segundo bhumi o estadio de iluminación, capaz de realizar todos los deseos de los seres. Tara es la manifestación de la compasión de todos los Budas de los tres tiempos. También es una diosa que lleva a cabo y cumple las actividades iluminadas de todos los Budas.
Ha habido incontables Budas de otros eones y otras eras. En el principio de nuestro eón, hubo un Buda en particular, el Buda de aquella era, conocido como Mahavairochana. En el tiempo de este Buda, había un gran rey que tenía una hija llamada Princesa Metok Zay, Princesa “Hermosa Flor” .
La Princesa Hermosa Flor era devota en oraciones, y llevaba a cabo actividades maravillosas para el beneficio de todos los seres. Mientras era aún una chica joven, La Princesa Hermosa Flor hizo vastos ofrencimientos y dedicaciones, desempeñando actividades generosas, valientes, pacientes y compasivas de gran virtud por los seres sintientes.
Cuando el Buda Mahavairochana preguntó a la Princesa qué era lo que ella deseaba, cuál era la intención en su corazón, ella contestó: “Yo permaneceré en este mundo hasta que cada uno de los seres sintientes se haya liberado por completo”.
Esta fue una alegre sorpresa para el Buda, quien nunca había escuchado a nadie ofrecer una aspiración tan noble, valiente y desinteresada. En respuesta a sus sacrificios personales, su virtud y sus aspiraciones, e inspirado por sus deseos por los seres, el Buda Vairochana declaró espontáneamente la oración de las veintiuna alabanzas a Tara, una alabanza a las veintiuna cualidades de Tara.
Como resultado de esta alabanza declamada por el Buda Vairochana, se llegó a saber que la Princesa Hermosa Flor era una emanación de la deidad Tara, quien originalmente brotó de las lágrimas de compasión derramadas por el Bodhisatva Avalokiteshvara o Chenrezig.
El Bodhisatva Avalokiteshvara tenía inmensa compasión por los seres vivos. Aunque se esforzaba sin cesar por ayudar a los seres, sentía un gran pesar al ver que tantos seres continuaban cayendo, sin remedio, en los reinos inferiores de existencia, como los infiernos. Vio que eran muy pocos los seres que progresaban en el camino hacia la Iluminación.
En total desesperación, debido a una compasión iniguanable Avalokiteshvara lloró de angustia, rezando para que su cuerpo se rompiera en mil pedazos y rogando para morir, ya que sentía que había sido incapaz de realizar su tarea de rescatar a los seres vivos del sufrimiento. De sus lágrimas de compasión, surgió Tara.
Apareciendo de esta manera milagrosa, Tara se dirigió a Avalokiteshvara diciéndole: “O Ser Noble, no abandones la sublime tarea de beneficiar a los seres sintientes. Yo he sido inspirada por ti y me he regocijado en todas tus acciones altruistas y desinteresadas.
Yo entiendo los grandes apuros y dificultades por los que has pasado. Pero tal vez, si adopto la forma de un Bodhisatva femenino con el nombre de Tara, como una contraparte tuya, entonces eso podría asistirte en tus más loables esfuerzos”.
Al escuchar esta aspiración de Tara, Avalokiteshvara se llenó de un entusiasmo y de un coraje renovados para continuar sus esfuerzos dirigidos a los seres, y en ese momento, tanto él como Tara fueron bendecidos por el Buda Amitaba, debido al compromiso que mantenían al permanecer en el camino del Bodhisatva.
En el momento en el que Avalokiteshvara había llorado de desesperación, su cuerpo había estallado en mil pedazos. El Buda Amitaba bendijo entonces su cuerpo de forma que Avalokiteshvara surgió en una nueva forma con once cabezas, mil brazos con un ojo en la palma de cada mano. De esta manera, podemos ver la cercana conexión que existe entre Tara y Avalokiteshvara.
Se dice que desde entonces, quienquiera que recite la alabanza a las veintiuna Taras declarada por el Buda Mahavairochana, puede estar seguro de recibir increíbles beneficios. El Buda Mahavairochana fue capaz de realizar todos sus deseos propios. Incluso para los Budas, hay momentos en los que ellos mismos son incapaces de satisfacer las necesidades de algunos seres sintientes.
No obstante, tras dar nacimiento a esta alabanza a las veintiuna Taras, el Buda Mahavairochana fue capaz no sólo de realizar sus propios deseos, sino que, en general, también fue capaz de colmar los deseos de todos aquellos que se acercaron a él.
Una vez una mujer mayor se presentó ante el Buda Vairochana. Ella era bastante pobre, pero tenía una hija que era extraordinariamente hermosa. Esta hija tenía un admirador de la realeza que deseaba su mano en matrimonio. En la India antigua, si una chica campesina se casaba con alguien de la realeza, la costumbre era que la familia de la chica aportara al menos las joyas que llevaría la novia. La pobre señora anciana no tenía los medios para obtener joyería para la boda de su hija.
Esta mujer había oído que el Buda Vairochana podía realizar los deseos de todo el mundo, así que se acercó a él. Se presentó ante el Buda y le pidió si era posible que le diera algo de joyas para que su hija pudiera casarse con el Rey y de esa manera realizar los deseos de mucha gente. En aquella ocasión, el Buda Vairochana estaba en el templo de Bodhi en Bodhgaya.
En el templo de Bodhi había muchas imágenes de Tara Verde. Debido a que el Buda no tenía joyas propias, le pidió a una de las imágenes especiales de Tara Verde, en el templo de Bodhi, que le regalara su corona para así poder dársela a la madre anciana, y de esa manera que su hija pudiera convertirse en reina. Esta estatua de Tara Verde se quitó su corona y la presentó al Buda Vairochana, quien pudo finalmente ofrecerla a la mujer anciana para el matrimonio de su hija.
Se dice de Tara Verde que no solamente concede a los seres todo lo que necesitan, sino que también es capaz de despejar cada uno de los mayores miedos de los seres, tales como los ocho o dieciséis miedos comunes que incluyen: miedo a los robos, a los ladrones, miedo al agua, a las serpientes, al veneno, al encarcelamiento y demás, incluyendo los miedos internos.
Cualquiera que fuera el miedo que pudieran sufrir los seres, recitando las veintiuna alabanzas a Tara, o aunque meramente recitaran su mantra de diez sílabas, OM TARE TUTTARE TURE SO HA, sus miedos han sido pacificados y sus necesidades satisfechas.
Buda Mahavairochana apareció en un tiempo muy muy lejano, antes incluso de la era del Buda Shakiamuni. También se dice que más tarde, en nuestra propia era, Buda Shakiamuni declaró la misma exacta alabanza, repitiendo las palabras del Buda Vairochana. Esto está recogido en la colección de las palabras del Buda, el Kangyur.
Por lo tanto, Tara también fue muy alabada por el Buda Shakiamuni. De esta manera, la oración a las veintiuna Taras trae consigo un poder y bendiciones inmensos. Incontables practicantes Mahayana cantan esta alabanza a diario, ya sean practicantes laicos u ordenados, sean jóvenes o viejos, esta alabanza ha resonado como un murmullo constante en los labios de los fieles, desde un largo tiempo antes de nuestro presente eón.
En tiempos más recientes, Tara ha sido la diosa en la que se han apoyado, en tanto que deidad meditacional, muchos de los grandes maestros budistas de la historia y adeptos mahasiddhas, tales como los muy apreciados maestros indios Nagarjuna y Aryadeva. El pandita y escolástico indio Chandragomin tuvo visiones de Tara y recibió transmisiones directas de ella. Muchos de los más grandes maestros han sido devotos adeptos practicantes de Tara. El Mahasiddha indio Viruta, fundador del linaje Lam Dre de Buda Hevajra, recibió bendiciones de Tara.
Uno de los más grandes maestros indios, quien tuvo un papel muy importante introduciendo la práctica de Tara en el Tíbet, fue el pandit escolástico bengali Atisha. Atisha había sido invitado en repetidas ocasiones al Tíbet, pero siempre había rechazado dichas invitaciones, al haber oído sobre la altitud del Tíbet y sus severas condiciones climáticas, al igual que sobre el carácter indisciplinado e inculto del pueblo tibetano. Atisha dudaba de poder ir al Tíbet y ser capaz de dirigir las mentes de los tibetanos hacia el Dharma.
El maestro indio Atisha, siendo un gran devoto de Tara Verde desde mucho antes de su viaje al Tíbet, un día recibió una profecía de Tara. La misma Tara le dijo a Atisha que debía ir a la tierra de las nieves, Tíbet, donde, al igual que el sol, iluminaría a los seres con las enseñanzas del Buda, disipando toda su oscuridad.
De esta manera, traería gran beneficio a los seres sintientes en los países del norte. Tara le dijo a Atisha que allí encontraría a un gran discípulo suyo, uno que de hecho sería una emanación del Bodhisatva Avalokiteshvara. Ella profetizó que las actividades combinadas de Atisha y su discípulo causarían el florecimiento de las enseñanzas durante miles de años y que éstas se propagarían por todas partes.
Solo después de oír estas palabras proféticas pronunciadas por Tara, Atisha cedió en sus juicios respecto al Tíbet y a los tibetanos, y finalmente decidió ir al Tíbet. Bien que Atisha tuviera que enfrentar algunas dificultades iniciales en el Tíbet, tales como no encontrar traductores cualificados y encontrarse con condiciones severas, se encontró no obstante todo ello con su discípulo profetizado, Dromtonpa.
Es debido a la influencia de Atisha que las enseñanzas de Tara Verde llegaron a florecer en el Tíbet. Aunque la tradición más antigua, la de la escuela Nyigmapa, ya veneraba a la diosa en varias formas, esto no estaba tan ampliamente extendido hasta la ida de Atisha al Tíbet y su propagación de la alabanza a las veintiuna Taras. Estos son algunos de los regalos y bendiciones de la santa Tara.
Chandragomin era otro de los grandes maestros indios que jugaron un papel significativo en la propagación de las tradiciones de Tara. Él no era un monje, sino un Upasaka, es decir, un practicante laico que mantenía los ocho votos.
Debido a estos maestros, la alabanza a las veintiuna Taras, su mantra y rituales, se propagaron a todas las escuelas de Budismo, las cuales continúan apoyándose en la práctica de meditación de Tara. Existen muchas grandes historias sobre maestros espirituales en el Tíbet que se apoyaron en Tara como deidad meditacional personal.
En el siglo XVI, en el Tíbet, hubo un gran maestro llamado Jonang Taranatha. “Tara” significa “salvadora”, y “Natha” significa “protector” en Sánscrito. Dicen que él estaba siempre en una comunión constante y directa con Tara. Él buscó tradiciones indias budistas cuando ya casi no quedaba nada del Buddhadharma en India, y dicen que encontró y recuperó muchas fuentes de enseñanzas del Dharma.
Taranatha escribió una historia elaborada de Tara y de sus prácticas. Fue muy cuidadoso asignando fechas e identificando a los diferentes maestros indios que estaban asociados con la práctica de Tara. Los escritos de Taranatha sobre Tara sobreviven en su colección de trabajos escritos, y hay traducciones inglesas de su trabajo que incluyen explicaciones de las veintiuna alabanzas a Tara.
Hay mantras específicos para cada una de las veintiuna formas de Tara. Formas específicas de Tara pueden invocarse para obstáculos diferentes o miedos, y uno puede practicarlos de esta manera una vez que uno ha recibido la iniciación y la transmisión de las veintiuna alabanzas de Tara.
Para poner en movimiento los beneficios de estas bendiciones de los Budas, de Tara, y de todos estos maestros, se ha dicho que tras recibir la transmisión de las veintiuna alabanzas a Tara, uno puede escoger entre recitar esta alabanza o recitar la forma de dharani largo del mantra de Tara, o incluso recitar únicamente el mantra de diez sílabas de Tara.
Uno puede recitar cualquiera o todos los tres, tanto temprano en la mañana como durante el día, la tarde o incluso en medio de la noche. Se dice que es especialmente importante y beneficioso recitar estas alabanzas cuando nuestra mente está agitada o perturbada y no puede ser pacificada por otros medios.
Alguien cuya mente esté muy agitada puede hablar de sus problemas a sus amigos, pero seguirá estando perturbado. Los amigos pueden estar de acuerdo con nuestro punto de vista y entender nuestros miedos, pero aún así, nuestros deseos no serán colmados.
Incluso aunque nuestros amigos nos apoyen y concuerden con nosotros, nuestros problemas siguen estando ahí; sólo porque nuestros amigos concuerden afectuosamente con nosotros no significa que sean verdaderamente capaces de ayudarnos....Hasta puede suceder que uno se encuentre incluso peor que antes, como resultado de este tipo de consultas amigables!
Por otro lado, cualquier fiel devoto puede recitar las veintiuna alabanzas a Tara, o también podría recitar el mantra dharani largo e incluso el mantra corto de diez sílabas, OM TARE TUTTARE TURE SO HA, cuando esté en crisis. Cuando sus necesidades o deseos no estén siendo colmados o estén siendo frustrados y no puedan ser realizados, dejando al devoto con un sentimiento de confusión o estancamiento, si en ese momento le rezara a Tara, ella estará allí para aliviar sus miedos y tribulaciones.
Este acercamiento nos presenta una alternativa a nuestra respuesta ordinaria ante las dificultades. Cuando estamos agitados, normalmente buscamos inmediatamente a un amigo o consejero para validar nuestra miseria. Deseando encontrar consuelo y pacificar nuestra confusión, podemos en cambio remover todo y empeorar la situación. Otro acercamiento que valdría la pena probar es el de intentar recitar estas alabanzas a las veintiuna Taras, o recitar su mantra y de esta manera encontrar el consuelo y la resolución que estábamos buscando.
La práctica de Tara también es muy benéfica y efectiva para los centros de Dharma. Aquellos centros que hacen pujas o rituales de oración a Tara se encuentran recompensados con éxito,.. ya que sus deseos de propagar las enseñanzas del Buda se cumplen!... Deseos profundos y de corazón que surjan de la inspiración y de la devoción son mucho más fácilmente realizados, especialmente si son por el beneficio de los seres!
Prácticamente cada monasterio tibetano lleva a cabo el ritual de oraciones de la puja de Tara cada mañana, ya sea que haya cinco monjes o mil. Estas alabanzas a las veintiuna Taras han sido cantadas continuamente por incontables seres desde el tiempo del Buda Vairochana en un tiempo muy remoto, mucho antes de nuestra era presente. El hecho de que esta plegaria sea tan antigua y de que haya sido tan popular y ampliamente practicada a través de los tiempos, contribuye a su gran poder y efectividad.
Todas las bendiciones acumuladas que han surgido debido a las plegarias de los fieles a través de los tiempos, descienden a nosotros y las recibimos cuando rezamos con fe y devoción a Tara. Mediante la práctica regular de las alabanzas a las veintiuna Taras y los mantras de Tara, estas bendiciones se cultivan y pueden dar su fruto en nuestras corrientes mentales, en nuestra experiencia. Es por esta razón que la devoción a Tara constituye una práctica diaria tan excelente.
Thuk Je Che Tíbet.

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